Una idea, para mí, no es “bonita” si no tiene propósito. Antes de proponer algo, necesito entender qué sentido tiene, qué problema resuelve y qué historia está contando.
Una vida que no sabe vivir en automático
Me llamo Gustavo Ariel Rueda Castellanos, aunque la mayoría me conoce como Ariel Rueda. Con el tiempo entendí que “Ariel” no era solo mi segundo nombre: era la parte de mí que siempre está en movimiento, que observa, cuestiona, crea y busca conectar ideas incluso donde otros no ven nada.
Nunca he sido alguien capaz de vivir en piloto automático. Siempre he sentido que cada cosa —por sencilla que parezca— esconde una historia, un porqué, una forma distinta de mirar el mundo.
Donde aprendí que un proyecto puede convertirse en comunidad y legado.
Una ciudad donde tecnología, arte y negocios conviven en cada esquina.
Uno que traduce ideas en estructuras reales, visuales y funcionales.
Iron Sofis Gym: mi primera gran escuela
Mi historia comienza en Honduras, donde levanté Iron Sofis Gym. Lo que empezó como un pequeño gimnasio terminó convirtiéndose en mucho más que un lugar para entrenar: se transformó en una comunidad, en un espacio de disciplina, superación y crecimiento humano.
Yo mismo me encargué de casi todo: la parte operativa, la energía del lugar, el trato con las personas. Ahí descubrí que un proyecto puede ser mucho más que números o instalaciones: puede convertirse en identidad, refugio y punto de referencia para quienes lo viven desde dentro.
Hoy Iron Sofis sigue vivo, gestionado por mi familia. Para mí es la prueba de que cuando algo nace con propósito y se construye desde el corazón, puede trascender incluso a la persona que lo inició.
En Honduras aprendí el valor de la disciplina, la comunidad y el liderazgo. Entendí que una idea bien ejecutada puede cambiar la realidad de las personas, construir pertenencia y dejar huella.
Pero también sentía que mi historia no terminaba ahí. Tenía la sensación constante de que el mapa era más grande que mi entorno inmediato.
Mi curiosidad me empujó a salir, a cruzar océanos y a enfrentar otros contextos. Barcelona se convirtió en mi nuevo punto de partida: una ciudad donde tecnología, arte, negocios y cultura conviven en cada esquina.
Cambié de país, pero nunca de propósito: seguir creando, aprendiendo y transformando realidades desde lo que soy y desde lo que sé construir.
Unir lo técnico, lo estratégico y lo creativo
Mis estudios nunca fueron una colección de títulos. Fueron capas que se fueron sumando para cambiar mi manera de pensar, crear y acompañar proyectos.
Estudié Ingeniería en Ciencias de la Computación para entender cómo se construyen y mantienen los sistemas tecnológicos. Luego me formé como Técnico en Comercio Internacional y, ya en Barcelona, cursé un Máster en Transformación Digital junto con un Máster en Ciberseguridad.
En lugar de ver estos caminos como compartimentos separados, aprendí a integrarlo todo en una sola visión.
Mi forma de pensar y de trabajar
Hoy no me veo solo como alguien que diseña páginas web o crea estrategias. Me veo como alguien que traduce ideas, les da dirección y las convierte en algo tangible, visual y funcional.
Las mejores ideas no me llegan sentado frente al ordenador. Aparecen caminando por Barcelona, entrenando, hablando con alguien o observando un detalle que otros pasan por alto. Mi proceso siempre es: observar, conectar, transformar.
No me interesa inflar promesas ni vender humo. Prefiero decir “aún no es el momento” o “esto no suma” a construir algo que no se sostiene. Mi trabajo tiene que ser útil, honesto y coherente con la persona y el proyecto.
Qué hago hoy con todo lo que he vivido
Hoy trabajo como consultor digital y creativo multidisciplinar, acompañando a personas y proyectos a encontrar su forma de existir en el mundo digital.
No me quedo en la superficie de un logo o de una web. Me interesa entender qué quieres construir a largo plazo, qué mensaje quieres dejar y qué tipo de presencia necesitas para sostenerlo. A partir de ahí, junto tecnología, narrativa, diseño, estrategia y experiencia para que todo vaya en la misma dirección.
Para mí, una marca o un proyecto no son solo “cosas que se ven”. Son extensiones de la historia de quien los crea. Y esa historia merece ser contada de manera clara, honesta y con intención.
Al final, no se trata solo de lo que hago, sino de lo que quiero dejar detrás: ideas que inspiran, identidades que conectan e historias que sigan hablando incluso cuando yo ya no esté frente a la cámara.
Esa es la parte de mí que siempre estará en movimiento. Esa es la parte que, si estás leyendo esto, probablemente también estás buscando despertar en ti.